Enrique Sanhueza observa pensativo la pequeña porción de mar que se logra divisar desde un costado de la línea del tren que cruza el Puerto de Lirquén. Con las manos en la cintura suspira y, pese al cansancio, continúa trabajando en su embarcación cuyo nombre destaca en grandes letras negras: “El Calamar”. Hoy en día, el bote está bajo el mando de Martín, “el flaco”, uno de los tantos pescadores jóvenes que aún residen en Lirquén.
El hombre de 73 años recuerda que fue, exactamente, al alcanzar la mayoría de edad el momento en el que decidió dedicarse a la pesca artesanal y con ello, perpetuar la tradición familiar. Al relatar su origen comentó que por 30 años se desempeñó como buzo, 15 como escafandra y 15 como rana, respectivamente. “Así como soy pescador, también trabajé en la mina de Lirquén. Mi padre fue minero hasta que todo cerró el ’60. Aquí antes teníamos lotes de poblaciones, teníamos de todo, teatro, canchas de fútbol y de basquetbol. Pero llegaron las grandes empresas y desapareció todo, nos mandaron a todos para fuera”.
El cierre de la mina de carbón conllevó a diferentes e importantes nuevos desafíos. No obstante, Enrique tomó la decisión de contraer matrimonio con quien aún es su compañera de vida. “A los 19 años me casé y tuve cinco hijos. Cuatro hombres y una mujer, mi hijo mayor es buzo y mi hija está casada con dueños de barcos pesqueros allá en El Morro”. Respecto a su experiencia en el rubro del mar Sanhueza explica que a los 17 años conoció todo lo que debía saber para ser buzo y más adelante aprendió la técnica de la macha con varilla. “Después me tiré a la carrera y fui tripulante de los buzos mariscadores”, sentenció.
Uno de los productos que, en ese entonces, se encontraba con mayor frecuencia era la cholga. “En un principio trabajábamos sólo con las cholgas, el mar siempre ha dado plata. Ya después con las vedas nos íbamos a instalar con carpas y buscábamos la macha con varilla. Antes había recurso y ahora también, la llegada de las empresas grandes nos dejó con las manos atadas. Yo soy pescador completo, a veces tenemos la suerte de pillar unos pocos pejerreyes”.
Frente a las líneas del tren está el restaurante “Millenium”, un proyecto que junto a su empresa decidió emprender. “Lo armamos en un dos por tres, pero siempre hemos sido un equipo, pues yo sacaba las cholgas y ella las iba a vender allá en la esquina, en el cruce del tren. Ya tenemos el local hace más de 15 años”. Enrique explica que si bien la escena pesquera actual es diferente a la que conoció en sus inicios el local de comida sólo funciona sábado y domingo, y es “para que la señora se recree”.
Durante la conversación Sanhueza observa el mar y gesticula constantemente de manera tranquila, sin preocupaciones. Asimismo, relata que hace más de seis meses que no entra al mar debido a los diversos problemas de salud que su esposa ha presentado los últimos años. “Primero estuve reparando las embarcaciones. Mi señora tiene diez operaciones y ahora último la operaron del corazón y luego, le sacaron un riñón. Estamos los dos solos, cada hijo tiene su casa, entonces hay que acompañarse”.
El pescador recuerda que cerca de los 20 años fue capaz de adquirir su primera embarcación. “De cabro joven fui capaz de comprar mis cosas, mi bote y mi equipo de buceo. En esos años andábamos a vela y a remo, las embarcaciones a motor llegaron hace como diez años. Después del terremoto del ‘62 llegaron y se veían con más frecuencia, el mar entró por el río hacia arriba y ahí tuvimos que empezar a construir”.
En relación a las cuotas otorgadas por el Gobierno a los artesanales, Enrique señala que, lamentablemente, no se puede pelear contra el poder. “Las cuotas se las dan a los que trabajan la sardina. A los que nos dedicamos a la recolección de mariscos enfrentamos ese tema con la cholga, porque a la macha no le dan veda. Las leyes ya están hechas, uno no las va a echar abajo. No le vamos a ganar a la plata, los empresarios hacen y deshacen. Desarman poblaciones y nunca se nos pregunta nada”.
Finalmente, en cuanto a la visión que tiene del actual pescador artesanal, el padre de cinco hijos plantea que antes, todo era distinto y el esfuerzo era mucho más significativo. “Ahora todo es más moderno y por ende, existe más alivio para el pescador debido a las facilidades. Un solo ejemplo de ello es la actualización de los botes. Las técnicas son las mismas, las herramientas son más modernas”.