Estaba oscuro, vacío y en silencio. No sabía exactamente qué hora era, pero la noche todavía se colaba por las cortinas de su habitación. Medio aturdido y desconcertado miró a su alrededor, quiso levantarse para encender la lámpara, pero su cuerpo se lo impidió. Era como si una fuerza extraña se apoderara de sus sentidos, dejándolo inmovilizado sobre su cama. Al menos así recuerda Ricardo Sepúlveda una noche fuera de lo común. Y es que aquello de “dulces sueños” se esfumó por un tiempo. Cada vez que cerraba sus párpados, las pesadillas volvían a él.
No era Freddy Kruger la causa del terror, sino una silenciosa enfermedad que conspiraba contra su descanso. Ricardo Sepúlveda, (27) ingeniero civil industrial penquista, describe sus peores pesadillas de hace tres años y para las que halló una respuesta racional: sufría de “parálisis del sueño”, una enfermedad padecida por muchos, pero exteriorizada por pocos, pues la mayoría teme que los califiquen de “locos”.
Todos soñamos y sabemos de pesadillas. Pero para estas víctimas, esto último se vuelve realidad. De acuerdo a la terminología médica, el fenómeno de “se me subió el muerto” -como se conoce en jerga popular- es un período de inhabilidad para realizar movimientos voluntarios al inicio o al final del sueño. Es decir, el sujeto se siente prisionero en su propio cuerpo, pero está consciente de su situación y de lo que ocurre en su entorno: puede oír, oler o percibir sensaciones táctiles, verse a sí mismo acostado, observar cada detalle la habitación en la que duerme o sentir extrañas presencias.
Los hijos de Morfeo
Así lo recuerda Ricardo quien, a sus 24 años sufrió su primera parálisis del sueño. Se quedó dormido luego de haber apagado la luz y tapado con una toalla el televisor. De repente no podía moverse, no podía gritar y se desesperó: “Una fuerza me oprimía el pecho; el televisor continuaba tapado, intenté moverme, pero fue imposible”, dice. No más de dos minutos duró el episodio pero una eternidad para él, cuando recuperó el control. Despertó angustiado, aterrado y con el corazón acelerado.
Desde entonces, “los ataques” -como los empezó a llamar- se mantuvieron. “Pasaron algunos meses y esto se hizo casi cotidiano; me daba todos los días o desaparecían por meses pero luego retornaban con fuerza”, agrega.
Las experiencias fueron innumerables y comenzó a realizar estudios y análisis de lo que le sucedía. “Antes de ir a un doctor, quería saber por sí sólo qué era lo que me pasaba. Al principio sentí, más que miedo, desesperación, pero después me di cuenta que si me alteraba, mi respiración se agitaba y tardaba más en despertar”, pero descubrió qué le sucedía: padecía de una parálisis del sueño.
Un día intentó sobreponerse y razonar. “Cuando mi mente despertaba y mi cuerpo se encontraba inmóvil, me veía acostado. Veía el techo, la oscuridad de la noche, mi pecho, pero no sabía si era la realidad o simplemente un sueño demasiado real”, agrega entre risas. Deseaba saber si lo que veía era real y con mucho esfuerzo intentaba mover sus brazos paralizados. Luego de varios intentos, lo logró. La voluntad de moverse resultó más de una vez. Cuando sobrevino un nuevo ataque, acercó el brazo a la cabeza, retiró cabecera, la lanzó bajo la cama e intentó despertar, pero cuando por fin pudo salir de la pesadilla, se dio cuenta que la almohada seguía bajo su cabeza.
“Me di cuenta que todo lo que veía era un sueño, por muy real que pareciera. Lo interesante es que también me ha dado la parálisis en grandes sueños, como por ejemplo estando en la playa, en el espacio; como sé que estoy soñando puedo controlar lo que hago en ellos”, dice risueño.
Sepúlveda no comentó con nadie su situación, hasta que su prima Catalina le reveló que algo raro le sucedía. Conversaron y sólo ahí supieron que era un fenómeno más común de lo que creían, pues se estima que entre un 50% y 60% de la población chilena sufre por lo menos una vez en su vida una parálisis del sueño, según la Clasificación Internacional de los Trastornos del Sueño.
Catalina Herrera tiene 27 años, es ingeniera comercial y fue otra de las tantas víctimas de esta misteriosa condición. Cuenta que una noche estaba soñando. Era su dormitorio, estaba sobre su cama así que pensó que estaba despierta, pero no se podía mover. “Era como una fuerza que me tenía sujeta a la cama, pero podía mover los ojos y sentir. Sabía que un hombre estaba allí, lo oí subir las escaleras, intenté gritar, pero no podía hablar. Miré hacia los lados, la puerta estaba abierta y allí estaba él. Estaba parado como un monje”. Agrega que el hombre comenzó a caminar alrededor de su cama y el miedo lo sentía en el estómago y en el pecho. “Es muy difícil de describir”, puntualizó.
La opinión racional
Según la psiquiatra Gloria Escalante Cabrera, de la Universidad de Concepción, las alucinaciones son comunes durante una parálisis del sueño y esto no significa que el paciente sufra de desórdenes mentales. Señaló que uno de cada cinco personas lo ha experimentado por lo menos una vez pero la mayoría nunca lo cuenta. “Unos pocos lo han comentado con sus esposos, amigos, hijos, pero cerca del 95% nunca lo ha hecho. La parálisis es un fenómeno muy frecuente, pero del cual poco se habla”, especifica.
La profesional agrega que una de las causas de por qué no cuentan sus experiencia es por miedo a que la gente los crean locos. En cuanto a las principales causas de la patología, la profesional mencionó que son trastornos de ansiedad, de bipolaridad, depresión y estrés postraumático. Y eso es lo que precisamente le ocurrió a Ricardo y Catalina: ambos fueron diagnosticados con estrés y depresión.
Para el neurólogo Emilio Brunie Lozano de la Universidad de Concepción, cuando ocurren estos episodios no se está del todo consciente, y lo primordial es tranquilizarse porque el miedo sólo prolongará el trance que en sí es temporal. “La idea es respirar profundamente, mover los ojos y dedos e intentar realizar un movimiento brusco de alguna extremidad. Cuando se logra salir de la parálisis, el individuo debe mantenerse despierto por unos minutos para evitar que se repita”, aclara.
El médico agrega que la inmovilidad se da en el momento de empezar o dormir y es un mecanismo absolutamente normal que desarrolla nuestro organismo para evitar que escenifiquemos nuestros sueños. De esta manera se evita cualquier peligro para el individuo. Precisó que en la parálisis del sueño hay disminución de la fuerza muscular y se experimenta cuando “se está entre despierto y dormido”, en una fase del sueño anterior al despertar, llamada Movimientos Oculares Rápidos (MOR).
En esta fase, “soñamos y captamos gran cantidad de información de nuestro entorno, debido a la alta actividad cerebral; aparentemente en la parálisis del sueño el cerebro está despierto, pero el cuerpo continúa dormido y esta condición es indistintamente para mujeres y hombres”, asegura.
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