Para muchos el verano tiene un solo significado: vacaciones. Interminables tardes soleadas, mañanas eternas sin el molesto despertador y tiempo de calidad junto a toda la familia. Sin embargo, el término de la época estival y con ello, la llegada de marzo, se vuelve difícil de aceptar. La vuelta a clases, la rutina laboral y el peso económico que significa iniciar un nuevo año.
En la actualidad no sólo los adultos poseen responsabilidades agobiantes, sino que también los niños y adolescentes. Lo anterior, se podría relacionar con la imperante presencia de las redes sociales en su día a día, otorgándole una presión más a un difícil periodo de adaptación.
Gabriela Medina, psicóloga clínica, explica que tras el cambio de rutina resulta tremendamente complejo retomar las actividades que se llevan a cabo desde marzo a diciembre. “Es normal que durante el periodo de descanso se alteren, por ejemplo, las horas de sueño. Los padres son más permisivos en cuanto a las horas de televisión o videojuegos permitidas. Se realizan viajes donde los horarios son prácticamente inexistentes. Por lo mismo, al volver a clases, no es poco habitual encontrarse con problemas del sueño, alteraciones en la alimentación y estrés”.
La profesional, titulada de la Universidad Andrés Bello, además señaló que lo primordial para lidiar con dicha situación es “comprender que los niños y niñas se encuentran en un proceso de aprendizaje en cuanto a la modulación de sus emociones, sensaciones y frustraciones. Por lo que es tarea de, nosotros, los adultos, brindarles las herramientas necesarias para fomentar su capacidad de autorregulación. Asimismo, es fundamental que antes de la vuelta a clases los padres ayuden a sus hijos, abordando de forma paulatina las rutinas que solían mantener antes de las vacaciones, retomar horarios para comer y dormir”.
Dentro de la misma línea, Medina enfatizó en la existencia de otro factor a considerar: “Es relevante que los padres recuerden que, el rendimiento académico no es tan importante como la salud mental de sus hijos. Todos poseemos ritmos de aprendizaje diferentes y áreas de interés diversas, por lo que el foco principal debe estar en el aprendizaje más que en alguna medición del mismo”.
Otra de las problemáticas que hoy en día enfrentan niños y adolescentes es el acoso escolar. El primer parámetro abordado por la profesional es de índole conceptual, pues antes de cualquier medida se debe entender la diferencia entre acoso y conflicto escolar. “El primero es una persecución constante que se realiza contra una persona en cuestión, limitando a la víctima escogida. Mientras que el conflicto escolar es un desacuerdo inevitable que surge dependiendo el contexto en el que se encuentren insertos los participantes. Sin embargo, en su mayoría son posibles de resolver y encontrar un acuerdo o consenso”.
En cuanto a los signos que podrían indicar acoso escolar, la psicóloga puntualiza que, desde su punto de vista, no hay una edad en la que sea sencillo notar cambios de actitud. “Muchos de los efectos negativos mencionados pueden ser trivializados por los padres, debido a que estos pueden presentarse por otros motivos ajenos al acoso escolar. Por este motivo, lo más importante es el nivel de comunicación que se pueda lograr establecer con los niños y por sobretodo, detener la normalización de conductas violentas”.
“Sería adecuado mantener una relación sólida y contenedora con los hijos, lo que no quiere decir que los límites sean inexistentes. Sino que los padres cumplan su papel de guías con los niños y niñas, siendo capaces de hablar con ellos. La comunicación es la única forma para detectar si su hija o su hijo está siendo víctima de bullying o, en su defecto, es un victimario”, añadió.
Finalmente, la psicóloga clínica destacó los avances que en cuanto a materia de salud mental se han efectuado. No obstante, puntualiza en la necesidad de generar conciencia en la población. “Si bien el cuidado de la salud mental se ha hecho más presente en el colectivo, sigue siendo insuficiente. No sólo en relación a la difusión de la información, sino que es necesario considerar los diversos mitos que rodean los trastornos mentales”.
“Necesitamos comprender como sociedad que acudir al psicólogo nos una sentencia dictada a quienes presentan conflictos al relacionarse con otros. Más bien, verlo como parte del cuidado esencial del niño como, por ejemplo, visitar al dentista. Para contribuir en la generación de consciencia con respecto a los trastornos mentales en la infancia, es necesario cesar la subestimación del sufrimiento que puedan estar experimentando el niño o niña, a lo largo de su desarrollo”, cerró.