Si bien el sistema inmunológico tiene como principal función defendernos de enfermedades infecciosas a través de células como los linfocitos, neutrófilos, entre otras, y de sustancias como las inmunoglobulinas o las citoquinas, cumple además un rol en relación con las enfermedades tumorales por medio de varios mecanismos. Algunos han sido descubiertos en los últimos años y están demostrando una acción muy interesante en el control de estas enfermedades.
Pero, no todo lo que parece es efectivo. Se han difundido muchos procedimientos que, se dice, ocupan la inmunología para el manejo del cáncer. Sin embargo, no tienen sustento científico, el que está dado por estudios clínicos en pacientes y evaluación que permitan obtener adecuadas conclusiones.
Entre las terapias con base científica se encuentra en primer lugar la vacunación contra agentes infecciosos con capacidad de transformar células normales en tumorales. El ejemplo más claro es la vacuna contra el HPV, virus asociado al cáncer cervicouterino y otros. La vacunación, o sea la inducción de una respuesta del organismo contra este virus, hace que no pueda desarrollarse el daño celular que desencadena el cáncer. Si la cobertura es lo suficientemente amplia, en un par de décadas podría erradicarse esta enfermedad.
También existen, con menor efectividad hasta el momento, vacunas específicas contra ciertos tumores como cáncer de pulmón o de próstata, que se basan en desarrollar inmunidad directa contra partículas tumorales. Si bien hay estudios alentadores, los resultados son limitados debido a que generalmente se aplican en pacientes con enfermedad avanzada que ya son resistentes a otros tratamientos.
Una tercera vía -en uso hace ya 20 años- es la fabricación, a través de ingeniería genética (bacterias de laboratorio que tienen inserto un gen especial en su ADN), de anticuerpos monoclonales, es decir, inmunoglobulinas configuradas para reconocer un solo tipo de partícula (llamada antígeno o epítope) en la superficie de la célula tumoral y, cual “bala mágica”, la marca en forma específica pudiendo ser reconocida y eliminada por el resto del sistema inmunológico.
En los últimos años se ha descubierto que las células tumorales, al más puro estilo mafioso, son capaces de negociar o engañar al sistema inmunológico, especialmente a las células dendríticas que son la base de interacción con las células malignas. La presencia de los llamados checkpoint inmunológicos en esta maligna relación, y que evita la acción del sistema inmune en forma regular, puede ser bloqueado o estimulado (según corresponda) por otros tipos de anticuerpos monoclonales, no dirigidos ya sobre partes del tumor, sino contra receptores normales de los linfocitos y células dendríticas, y cual “inspectores de contraloría” las hacen entrar en razón.
Por último, recientemente se ha desarrollado la terapia denominada CART (Chimeric Antigen Receptor T), que se basa en modificar en laboratorio linfocitos T del paciente, a los cuales, por sofisticadas técnicas de biología molecular, se les cambia su configuración, agregándosele capacidad de reconocer y atacar células tumorales específicas y luego son vueltas a inocular al paciente enfermo. Ha mostrado extraordinarios resultados en leucemia linfoblástica en niños.
En suma, el mejor conocimiento de cómo funciona nuestro sistema inmune y la disponibilidad de terapias que puedan influir sobre él, han abierto un promisorio futuro en la lucha contra el cáncer.